Queremos educar mejor a nuestros hijos. Pero ¿qué es? ¿cómo sé si lo hago bien? Son preguntas que me hago con frecuencia. Comparto las respuestas que encontré.
Tenerlo claro puede ser la brújula que nos oriente día a día cada vez que se nos presentan dudas respecto a planteamientos de nuestros hijos, sabiendo que educar es una actividad maravillosa, pero al mismo tiempo es ingrata, porque recién conoceremos los resultados muchos años después. Es una tarea que asumimos cuando concebimos a nuestro primer hijo, y que probablemente nos acompañará hasta el último aliento.
El trabajo no es que lleguen a ser lo que yo quiero que sean; es generar el ambiente nutritivo para que puedan ser la mejor versión de sí mismos.
Ahora, ¿de qué se trata? Claramente, educar bien no es darles todo lo que piden. No es evitarles toda frustración y sufrimiento. No es que tengan la vida que nosotros no pudimos tener. Ni que elijan la profesión que a nosotros nos resulta atractiva. Ni que tengan exactamente los amigos que nosotros queremos.
Creo que una buena educación podría resumirse en estos ítems:
–Lograr que sean responsables por sus propias vidas, independientes. Para empezar, educamos para la libertad, para que el día de mañana ellos no deban depender de nosotros sino que puedan hacerse cargo de sí mismos, y más adelante, de otros, continuando una cadena generacional que comenzó siglos atrás. Y esto implica ser responsables de su propio bienestar. Desde pequeños deben aprender que ellos son constructores de sus vidas, y que estas no dependen de ganar la lotería o de la herencia que puedan dejar los padres.
–Lograr que sean autosuficientes. Relacionado con el punto anterior, sería deseable que puedan autosustentarse, pero de la manera que ellos deseen y que les parezca correcto. Nadie dice que les tenemos que dejar una herencia millonaria, ni que ellos deben serlo. Deben aprender a reconocer sus necesidades y poder obtener los recursos para satisfacerlas, sabiendo que no se requiere el último modelo de auto, ni de celular, ni de computadora, ni el viaje más increíble para lograr el propio bienestar y alcanzar los objetivos de la vida.
–Lograr que se conviertan en buenos ciudadanos. Este es un punto al que solemos prestar poca trascendencia, a pesar de ser uno de los más relevantes. Vivimos en sociedad y una vida satisfactoria depende en gran parte de nuestro entorno. De cuidar el medio ambiente, de elegir buenos políticos, de que no existan actos de corrupción, de ejercer nuestros derechos ciudadanos pero también nuestros deberes. Para la mayoría de nosotros la política es eso que sucede en los noticieros, sin embargo debemos considerarlo parte integral de nuestras vidas y hacérselo saber a los chicos: ellos serán los líderes de mañana o quienes elegirán los nuevos líderes. Si todas las personas fueran buenas ciudadanas, cada uno de los países del mundo estarían mucho mejor.
–Lograr que desarrollen el pensamiento crítico, el sentido común, la empatía, la resisliencia. Estas son algunas de las armas que les permitirán tener una vida satisfactoria y son incluso más importantes que saber lengua o matemáticas. Desarrollando estas habilidades, cada chico se abrirá naturalmente a sus intereses y aprenderá e investigará sobre eso que le importa.
–Educar bien es enseñar valores morales: responsabilidad, respeto, no robar, no mentir, no matar, no al adulterio, no a la violencia. Enseñar la igualdad de género, transmitir que los seres humanos somos diferentes, pero eso no impide que tengamos los mismos derechos y responsabilidades. Que niñas y niños podemos cocinar, lavar, jugar al fútbol, cuidar a los abuelos, trabajar y ser personas libres y autónomas. También enseñar, el sentido de justicia, la tolerancia, la cooperación, la aceptación de la diversidad. También es enseñarles a valorar a la familia, los vecinos, los amigos, el diálogo, los momentos de encuentro.
–Educar bien es también enseñar los límites en que se pueden mover. Los niños nacen pensando que el mundo les pertenece y que ellos pueden hacer lo que quieren y cuando quieren. Educarlos es incorporar al OTRO, y saber que lo que podemos hacer debe contemplar a los demás. No podemos comer un pote entero de helado si es para compartir en toda la familia, no podemos jugar con las cosas del hermano si pertenecen al mundo privado de otra persona, no podemos pegarle a un compañero o agredirlo simplemente porque no nos gusta su cara. Los chicos no nacen conociendo los límites y somos los padres quienes tenemos el trabajo de mostrárselos cada día hasta que puedan incorporarlos.
–Educar es enseñar las normas de higiene, de salud y de alimentación. Es enseñarles a valorar y a cuidar el propio cuerpo, porque es la base fundamental de nuestra propia vida. Los hábitos saludables que se incorporan en la infancia se mantienen de por vida. Un chico que se quiere estará menos propenso a caer en adicciones como cigarrillo, alcohol o drogas, porque sabe que cuidar su cuerpo es su responsabilidad.
–Educar bien es ayudarlos a descubrir sus propios talentos y perseguir los sueños relacionados con ellos. Siempre sentí que este punto es clave, porque creo que una de las mayores fuentes de satisfacción en la vida, es hacer aquello que disfrutamos, y que habitualmente es eso para lo que somos buenos. Hay chicos que muy tempranamente descubren que aman cocinar, dibujar, escribir, construir robots o hacer películas. Pero a otros les cuesta más. La buena noticia es que hoy el mundo laboral se ha ampliado muchísimo y hay posibilidades enormes. Pero también debemos enseñarles que con cualquier trabajo se puede ser feliz. Hay épocas de la vida que nos puede tocar hacer cosas que nos gusten menos, como ser cajero en un supermercado o atender en una tienda, o incluso limpiar vidrios. Se puede descubrir la belleza también en esas tareas y disfrutarlas mientras las estamos ejerciendo y desarrollar algún hobbie en los tiempos libres que nos haga sentir bien.
–Educar bien es brindar educación sexual, espiritual, financiera y emocional. Agrupé en esta línea aspectos claves de la vida de las personas y que muy frecuentemente no tenemos presentes. La sexualidad es un aspecto integral de nuestras vidas y en muchas familias sigue siendo un tema tabú. Pero educamos con lo que decimos y también con lo que no decimos. Por otro lado me referí a la educación financiera. Toda nuestra vida gira alrededor del dinero pero nunca enseñamos a los chicos nociones básicas relacionadas con la economía. Por otro lado independientemente de nuestra religión o incluso si somos ateos, los seres humanos tenemos una dimensión espiritual, tenemos alma, eso intangible que moldea nuestros instintos y emociones fundamentales. Y ¿cómo aprender a manejar las emociones si a veces a los adultos nos cuesta tanto hacerlo? Aprendamos junto a nuestros hijos! En este sentido, el neurocientífico Antonio Damasio, profesor en la University of Southern California y premio Príncipe de Asturias, ha resumido mejor que nadie este dilema:
«El objetivo de una buena educación es organizar nuestras emociones de tal modo que podamos cultivar las mejores emociones y eliminar las peores; porque como seres humanos tenemos ambos tipos. Muchas de las reacciones que consideramos patológicas en nuestra sociedad tienen que ver con las emociones, principalmente con las emociones sociales.»
–Finalmente educar bien es enseñar a estar satisfechos con lo que tienen, sin dejar de luchar por lo que quieren.
No hay recetas para hacerlo, es un trabajo diario que tiene mucho que ver con nuestra propia forma de pararnos frente a la vida. Por eso creo que ser padres es la mejor oportunidad de re-evaluar nuestros propios comportamientos y someterlos a una pregunta básica ¿Si mis hijos me estuvieran viendo, quisiera que vean este comportamiento?
En siguientes notas iremos adentrándonos en cada uno de estos items tratando de encontrar juntos respuestas a unas de las preguntas más desafiantes que se nos presentan en la existencia.