Es frecuente escuchar sobre bebés que comen poco, otros que vomitan mucho, otros estreñidos o con diarrea y muchas veces los papás se preocupan pensando que el problema de su hijo es único.
Como los problemas alimentarios durante el primer año de vida son algo relativamente común, quisimos exponer aquí cuáles son y qué medidas se deben tomar en cada caso. – Hipoalimentación – Hiperalimentación – Regurgitación – Deposiciones diarreicas o flojas – Estreñimiento – Cólicos – Desnutrición – Marasmo – Malnutrición proteica – Obesidad.
HIPOALIMENTACION
La Hipoalimentación es la alimentación escasa en relación con las necesidades energéticas y bioplásticas del niño, que se manifiesta por inquietud y llanto y porque el niño no gana el peso adecuado. En estos casos hay que investigar la frecuencia de las tomas, la técnica de la lactancia, el tamaño de los agujeros de la tetina, así como la posibilidad de una enfermedad general en el niño. Un aumento de peso inferior a 175 – 250 gramos por semana en lactantes menores de 4 meses es inadecuado. El grado de hipoalimentación y su duración determinan las manifestaciones clínicas. Los síntomas más corrientes son estreñimiento, insomnio, irritabilidad y llanto excesivo. El tratamiento consiste en aumentar el aporte líquido y calórico, corregir cualquier déficit en la ingestión vitamínica y mineral e instruir a la madre en la técnica de alimentar al niño.
HIPERALIMENTACION
La Hiperalimentación, por el contrario, es el exceso de nutrición tanto en cantidad como en calidad. Entre los signos de sobrealimentación se incluyen el llanto y la regurgitación excesiva. En general hay un aumento de peso excesivo y pueden presentarse también molestias abdominales y flatulencia. La hiperalimentación en la primera o dos primeras semanas de vida, tiende especialmente a provocar deposiciones líquidas o diarreicas. Es frecuente que el niño sobrealimentado sea un niño obeso que se transformará en un adulto obeso.
REGURGITACION
La expulsión de pequeñas cantidades de alimento durante su ingestión o poco después, se denomina regurgitación. El vaciamiento más completo del estómago se denomina vómito y es más frecuente algún tiempo después de tomar el alimento. La regurgitación puede considerarse como un fenómeno natural sobre todo durante el primer semestre de la vida. Puede reducirse al mínimo usando tetinas anti-hipo o tetinas más duras y con agujeros más pequeños y haciendo eructar al lactante más a menudo.
DEPOSICIONES DIARREICAS O FLOJAS
Los lactantes alimentados a pecho normalmente presentan heces blandas. Las heces de transición aparecen entre el 4º y 6º día de vida, son algo flojas y amarillo-verdosas, pueden contener moco y pueden ser consideradas incorrectamente como heces diarreicas. Las heces flojas pueden ser provocadas por ingesta excesiva de leche humana o por laxantes u otros medicamentos que la madre haya tomado. Las heces de los lactantes alimentados con fórmulas adaptadas, habitualmente son más firmes. La sobrealimentación, una fórmula demasiado concentrada, la ingesta excesiva de lactosa o la contaminación de la fórmula pueden provocar la aparición de heces diarreicas.
ESTREÑIMIENTO
La frecuencia de las deposiciones del lactante varía tanto que es difícil definir la constipación. Un lactante que normalmente defeca cuatro veces al día, en ocasiones puede hacerlo una vez cada dos días. No se da prácticamente en lactantes alimentados a pecho que reciben una cantidad suficiente de leche y es raro en los alimentados con leche adaptadas y cuya dieta es la adecuada. El estreñimiento en el lactante alimentado con leche adaptada puede ser debido a un aporte insuficiente de alimento o de líquido. En otros casos obedece a una dieta excesivamente rica en grasa o proteínas o de volumen deficiente. El método más eficaz para combatir el estreñimiento es una alimentación rica en frutas y verduras. Si el niño no ha comenzado por su edad a tomarlas será suficiente una cucharadita de jugo de naranja o de tomate antes de las tomas, o hacer jugo de ciruelas y dárselo en la mamadera. (preferentemente de orejones de ciruelas) En el lactante mayor de seis meses se pueden emplear papillas de cereales integrales o de avena. No se deben administrar laxantes sin recomendación del pediatra. Los enemas y supositorios de glicerina nunca deben constituir más que medidas transitorias.
COLICOS
El término cólico se ha usado para describir un frecuente síntoma complejo de dolor abdominal al parecer de origen intestinal, acompañado de intenso llanto. En general se produce en lactantes menores de tres meses. El trastorno suele iniciarse de repente y su cuadro clínico es muy característico: llanto intenso más o menos continuo, rostro congestionado, abdomen distendido y tenso, piernas encogidas contra el abdomen, manos y pies fríos y generalmente puños cerrados. El ataque no suele terminar hasta que el niño queda agotado por completo (puede durar entre 20 minutos y 3 horas), pero es frecuente la mejoría al evacuar heces o gases. Los cólicos se presentan a diario preferentemente por la tarde o por la noche, aunque pueden aparecer en cualquier otro momento, generalmente después de la toma de alimento. Puede ser útil sostener al niño erguido o colocado boca abajo en el regazo de la madre. Se debe tranquilizar a los padres asegurándoles que el lactante que presenta cólicos es básicamente sano, que esta conducta cesará en unas cuantas semanas y que un exceso de llanto no es perjudicial.
DESNUTRICION
Es el estado patológico consecuencia de una alimentación inadecuada o de una deficitaria absorción de los alimentos, que ocasiona un aporte insuficiente de calorías respecto a las necesidades del niño, durante un tiempo prolongado. También puede ser debida a procesos infecciosos, trastornos metabólicos o problemas afectivos. La desnutrición puede ser aguda o crónica, reversible o irreversible. Clínicamente, se manifiesta por adelgazamiento, astenia, lesiones cutáneas, alteraciones de las principales funciones orgánicas, etc. Asimismo, el crecimiento se detiene y aparecen signos de carencias vitamínicas, anemia y menor resistencia a las infecciones. Los trastornos graves son muy patentes, pero los muy ligeros pueden pasar inadvertidos. El diagnóstico se basa en una adecuada historia dietética y en la valoración de las desviaciones de talla y peso medios y del crecimiento de ciertos órganos. Los trastornos nutritivos agudos son los que afectan al agua y a los electrolitos, en especial a los iones sodio, potasio, cloro e hidrógeno.
MARASMO
Es un estado de grave decaimiento somático y funcional del organismo. El cuadro clínico, debido a un inadecuado aporte tanto calórico como proteico consecuencia de una desnutrición, consiste en pérdida de peso y de turgencia de la piel y tejido subcutáneo. La cara puede conservar un aspecto relativamente normal durante algún tiempo, el abdomen puede estar distendido o hundido, los músculos se atrofian y puede haber edema. La temperatura suele estar por debajo de lo normal, el pulso puede ser lento y el metabolismo basal tiende a descender. El niño suele presentar constipación, pero también puede aparecer diarrea de ayuno, con deposiciones frecuentes y pequeñas que contienen moco. En una fase avanzada es frecuente la diarrea manifiesta. Al principio el niño puede mostrarse malhumorado, pero más tarde, se vuelve indiferente y el apetito disminuye. El tratamiento se basa en restituir y mantener el equilibrio hidroelectrolítico y una dieta con el aporte calórico y proteico adecuados.
MALNUTRICION PROTEICA (KWASHIORKOR)
Se aplica el término kwashiorkor al síndrome clínico resultante de una grave deficiencia proteica, con un ingreso calórico adecuado o ligeramente escaso. Esta malnutrición proteica puede ser consecuencia de la carencia en cantidad o calidad de alimentos proteicos, de la mala absorción de las proteínas (por ej. en procesos diarreicos), de un exceso de pérdida de proteínas ( nefrosis, infecciones, hemorragia, quemaduras, etc. ) o de una síntesis proteica insuficiente, como sucede en la hepatopatía crónica. Se caracteriza por edema generalizado, dermatosis escamosa, debilitamiento y pérdida del color del cabello, hígado graso aumentado de tamaño, apatía y retraso del crecimiento. Se da un aumento de la susceptibilidad a las infecciones por disminución de las defensas. La prevención requiere una dieta que contenga una adecuada cantidad de proteínas de alta calidad biológica. (Leche, carne, huevos) En cuanto al tratamiento, es fundamental restituir y mantener el equilibrio hidroelectrolítico. No se aconseja administrar dietas con elevado contenido proteico y calórico de forma rápida y precoz, ya que el hígado puede hipertrofiarse. Por otra parte, los hidrolizados de proteínas, si se administran solos, pueden originar hipoglucemia. También se debe de tener en cuenta que las grasas vegetales se absorben mejor que las de vaca y que la lactosa se debe administrar de un modo limitado en las fases precoces del tratamiento. Desde un principio es aconsejable el empleo de suplementos vitamínicos y de ácido fólico o hierro para corregir la anemia.
OBESIDAD
Hablamos de obesidad cuando hay un exceso de peso superior en un 20% o más del que corresponde al peso teórico de acuerdo con la edad y la altura del niño. Cuando el exceso de peso supera de un 10% a un 20% al peso teórico, hablamos de sobrepeso. En la mayoría de los casos es el resultado del consumo de una dieta de valor calórico superior a las necesidades del niño aunque, en ocasiones, es debida a enfermedades genéticas o endocrinas. Otros factores condicionantes son la falta de ejercicio físico, trastornos psicoafectivos, la introducción precoz e innecesaria de alimentos sólidos de alta densidad calórica, la manera de cocinar y la actitud frente a la ingestión de alimentos.
La asociación del concepto de niño obeso con niño sano es muy frecuente en nuestro medio. Una vez instaurada la obesidad, se producen una serie de cambios en la fisiología del niño que contribuyen a su mantenimiento. Además si se manifiesta tempranamente, sus posibilidades de persistir son más elevadas. Así, se calcula que el 90% de los niños obesos serán adultos obesos. El niño obeso no sólo tiene más peso, sino que también es más alto y presenta una edad ósea más avanzada. Las facciones son a menudo desproporcionadamente finas, con la nariz y la boca pequeñas y es frecuente que tenga papada. La adiposidad en la región mamaria alcanza frecuentemente un grado tan notable que simula la ginecomastia. Son frecuentes los trastornos psicológicos pero no siempre existen. Las posibles complicaciones de la obesidad son: caderas dislocadas, diabetes, dificultades respiratorias, síndrome de Pickcwick (apnea obstructiva durante el sueño) y muerte prematura. El mejor tratamiento es la prevención con dietas que satisfagan todas las necesidades nutritivas básicas. Cuando la obesidad ya está instaurada, es necesaria una disminución del aporte calórico. Para ello es necesario cambiar los hábitos nutricionales de la familia. Además el soporte psicoafectivo y el ejercicio físico son otros pilares fundamentales. Nunca deben utilizarse fármacos en el tratamiento de la obesidad infantil. Sí suele ser necesaria la suplementación de la dieta con preparados vitamínicos. No se intentará un descenso demasiado rápido de peso, y es necesaria la constante vigilancia médica. En la mayoría de los casos se busca que el niño siga creciendo en altura y mantenga el peso que posee.