Es tan común que un lactante regurgite después de comer que es considerado casi como algo normal. Algunos bebés lo hacen en forma habitual, otros no tanto.
Algunos dejan escapar una pequeña porción de leche como si hubieran comido de más mientras otros presentan copiosos vómitos.
El bebé está recién bañado. Le acabamos de poner un impecable traje, él nos hace saber que llegó la hora de comer. Y al cabo de unos minutos de haberlo hecho, nos damos cuenta que el pulcro trajecito ha quedado bañado de leche regurgitada. Su mamá se dispone a cambiarle nuevamente la ropita. En ocasiones las madres se ven más preocupadas por la cantidad de ropa que se acumula, que a la regurgitación en sí.
El problema está en discernir cuándo esta regurgitación es normal y cuándo no lo es: esto dependerá de la frecuencia y de la intensidad de las regurgitaciones, así como de los síntomas que éstas ocasionan. De acuerdo a estudios realizados, se estima que un 20% de los lactantes que presentan regurgitaciones tendría reflujo gastroesofágico anormal.
¿Qué es el reflujo?
En la parte inferior del esófago hay una parte más estrecha (llamada esfínter esofágico inferior). Este funciona como una especie de “válvula” que se abre para permitir el ingreso del alimento hacia el estómago, cerrándose luego para impedir la salida del contenido del mismo. Cuando esta “válvula” no funciona correctamente, tanto el alimento como parte de los jugos gástricos que existen en el estómago, suben por el esófago, pudiendo inclusive llegar a la boca.
En los lactantes es más notorio, ya que -como su nombre lo indica- están alimentados sólo con leche y, como todo líquido, tiende a “subir” más fácilmente que los sólidos.
El reflujo puede estar ocasionado:
* Porque la “válvula” (esfínter esofágico inferior) no funciona en la forma adecuada (60% de los casos).
* Porque el esófago no puede eliminar por completo el líquido regurgitado.
* Por un aumento de la cantidad de jugos gástricos.
El reflujo también puede deberse a una inmadurez del aparato digestivo del bebé, la que aproximadamente a los 6 meses de vida se corrige espontáneamente. Esto ocurre en la gran mayoría de los casos y es debido a que en este momento el bebé comienza con dietas más sólidas (ya no recibirá solo líquidos), su esófago comienza a crecer y adquiere la habilidad de mantenerse en una posición más erguida (antes de los 6 meses pasa la mayor parte del tiempo acostado).
Síntomas de reflujo
El vómito no es el único indicador de reflujo. Muchos chiquitos son víctimas de reflujo y ni siquiera manifiestan regurgitaciones; esto no está asociado con el grado de reflujo que puede tener.
Existe una serie de síntomas asociados que nos hacen sospechar su presencia. Es sumamente importante detectar en forma precoz cuándo un niño tiene reflujo gastroesofágico, para actuar rápidamente y evitar las consecuencias irreversibles que ocasiona. El estómago tiene un revestimiento que lo protege de los ácidos que contiene, pero el esófago no tiene ninguna protección, y por este motivo el reflujo -que generalmente es ácido- puede llegar a causarle serias lesiones.
Cabe resaltar que en niños de hasta 6 meses de vida es posible tratar el reflujo simplemente modificando la frecuencia de la dieta o a través de cambios posturales.
No hace falta que el chico vomite o tenga regurgitaciones, es suficiente que el jugo gástrico llegue hasta el esófago para desencadenar los síntomas descritos.
Algunos de los bebés que padecen reflujo pueden presentar apneas, es decir que por momentos ven interrumpida su respiración. En estos casos se debe hacer un seguimiento muy intensivo del paciente, ya que la apnea puede ser considerada como un factor predisponente de la Muerte Súbita.
Los factores que pueden provocar apnea son muchísimos y generalmente muy difíciles de diagnosticar, siendo el reflujo gastroesofágico una de la pocas variables que se pueden evaluar en los niños que tienen apnea.
¿Cómo se diagnostica?
El reflujo es una alteración funcional. Lo primero que se debe descartar entonces es que el niño no tenga una alteración anatómica, para la cual se debe analizar la integridad anatómica del esófago, de la “válvula” y del estómago.
Para llegar a un diagnóstico se puede efectuar un estudio radiológico (seria radiológico de transito esofagogastroduodenal), y es necesario que el pequeño ingiera una sustancia de contraste a través de una mamadera para lograr una correcta visualización.
También se puede hacer una pHmetria monitoreada de 24 horas, que consiste en la introducción de una sonda a través del esófago. Este estudio no solo mide el grado de acidez o alcalinidad del reflujo, sino también la frecuencia, la duración y la intensidad de los episodios, determinando si el reflujo es o no patológico.
En aquellos niños que presentan apneas, generalmente se realiza al mismo tiempo que la phmetría una polisomnografía, que consiste en una especie de electroencefalograma que mide también el ritmo respiratorio. La realización conjunta de ambos estudios (que se hacen durante el sueño) nos permite hacer una correlación entre la apnea y un eventual reflujo, observando cómo reacciona el electroencefalograma en el momento en que la pHmetría manifiesta un episodio de reflujo.
¿Cómo pueden sospechar los padres que el bebé tiene reflujo?
* Cuando el ácido sube por el esófago le produce una desagradable sensación de quemazón, que habitualmente se traduce en su rostro.
* Fabrica mucha saliva, para neutralizar el ácido que está en el esófago.
* Cuando está durmiendo se despierta irritado sin causa aparente.
* Rechaza el alimento (asocia el acto de comer con la posterior sensación de reflujo que esto le provoca).
* Suelen tener bronco espasmo reflejo (ese ácido despierta un reflejo a nivel pulmonar que produce el cierre de los bronquios, provocando patologías respiratorias, así como anginas, otitis, sinusitis).
* Frecuentes dolores abdominales.
* Rumiación: da la sensación de que el chico “traga en seco”. Este es un síntoma que debe ser corroborado por el pediatra, ya que muchas veces pasa inadvertido para los padres.
* Mal aliento.
* Alteraciones de conducta.
El reflujo también puede deberse a una inmadurez del aparato digestivo del bebé, que se corrige espontáneamente alrededor de los 6 meses de vida.
El vómito no es el único indicador de reflujo. Muchos chiquitos son víctimas de reflujo y ni siquiera manifiestan regurgitaciones.
TRATAMIENTOS
1. Dietético
Consiste en darle al pequeño comida fraccionada (es decir en forma frecuente y en pequeñas cantidades). Y a partir de los 3 o 4 meses se lo puede espesar con algún cereal (en el mercado existe una amplia variedad de cereales precocidos para bebés). Si el niño es alimentado con leche materna se la puede extraer previamente y espesarla luego.
Una observación: es importante verificar cómo es el chupete de la mamadera que utilizaremos para darle la leche. Vamos a un ejemplo casero para entenderlo mejor: al abrir una lata de aceite es preciso hacerle dos orificios para que pueda entrar aire y el líquido salga más fácilmente. Con la tetina de la mamadera ocurre lo mismo: es necesario hacer un orificio “extra” en la parte más ancha de la tetina para facilitar la salida de la leche espesada. Obviamente, al momento de ofrecérsela al niño, este “orificio extra” debe quedar hacia arriba. Esto evita que el pequeño trague aire (le provocará eructos que aumentan el reflujo).
2. Postural
La posición es la única medida que nos permite proteger al lactante durante el sueño (en estas horas no come y no toma medicación).
El bebé debe dormir boca arriba y en una posición semisentada, para lo cual es necesario elevar el colchón de la cuna en 30 ó 40 grados en la cabecera. También habrá que elevar levemente los pies, para evitar que el niño se desplace hacia abajo.
Es importante que después de haber comido permanezca erguido por un rato, para que el aire se acumule en la parte de arriba del estómago y que cuando se produzca el eructo salga solamente aire y no la leche ingerida.
3. Medicamentos
Se debe recurrir a la medicación si no se ha evidenciado ninguna mejora después de las medidas dietéticas y posturales. Generalmente se espera hasta los 6 meses, ya que, como dijimos, en muchos casos el reflujo se debe a una inmadurez del aparato digestivo del niño.