¡¡El bebé está llorando!! Algo que sucede con frecuencia en la mitad de la noche y que generalmente encuentra a una mamá y a un papá cansados del trajín diario.
Habitualmente la primera reacción es acercarnos a su cuna y cantarle o darle palmaditas para que se calme.
Si esto no funciona, seguramente lo alcemos y los hamaquemos por unos minutos. Y vuelta a la cama. Pero cuando esta situación se repite por segunda o tercera vez en la noche, los padres solemos caer en la tentación de traer al bebé a nuestra cama para que se sienta protegido, no pase frío y así todos pueden seguir durmiendo.
Este episodio puede ser el comienzo de muchas noches “con visitas” en la cama de mamá y papá alrededor de los dos años, cuando el bebé ya camina. Por eso es importante pensar bien si es conveniente o no traer al bebé a nuestra cama.
En primer lugar es cierto que una sola noche no perjudica a nadie, pero tiene que quedar claro que es una excepción. Pero en una etapa en que los niños sueñan y sienten temores es muy fácil que la presencia del bebé en la cama grande se transforme en un hábito antes que los padres tomen conciencia de ello.
Cuando un bebé llora asustado está necesitando la presencia, el calor y la voz tranquilizadora de los padres, por eso, es conveniente que quien acuda a consolarlo esté dispuesto a quedarse con el niño el tiempo necesario hasta que este se tranquilice, preguntarle qué lo asusta, mostrarle que en el cuarto no hay nada peligroso y acepte seguir descansando en su cama, a veces ayuda prender una veladora para que se sienta más seguro, aun si cuando era más pequeño no era necesario.
Incluso ponerle música o un CD con cuentos infantiles (que hasta pueden grabar juntos) puede ser de gran ayuda.
Que duerma con los papás no es conveniente por diferentes motivos:
- En primer lugar, los bebés se mueven mucho, se van ubicando de formas distintas y no permite que los papás puedan tener un sueño reparador si a cada rato son empujados o invadidos.
- Por otra parte el niño debe saber cual es “su lugar”, el tiene o bien su propia habitación u otro lugar en la casa donde se ha colocado su camita, sus peluches, sus adornos.
- También es importante que el niño sepa que papá y mamá tienen su lugar, un lugar que él debe respetar, más allá que aún no entienda que se trata de un lugar íntimo.
Lo ideal es no permitir que “colarse” con los padres se transforme en un hábito, ya que es más difícil cortarlo que impedir que se cree. Aún si el niño es insistente y viene varias veces en la noche, se le debe explicar que esto no es correcto y conducirlo nuevamente a su cama.
Esto no significa que puedan haber excepciones, cuando el chico está enfermo o incluso cuando los padres se sienten demasiado cansados como para estar yendo y viniendo “esa noche”. Es común que los chiquitos que se sienten cómodos en su lugar, después de un rato con los padres, reclamen solos ser llevados “a mi cama” donde está acostumbrados a descansar.
Si sin darse cuenta cayeron en la rutina de dormir con el hijo todas las noches, la pareja tendrá que ponerse a pensar cómo y por qué llegaron a eso y darse cuenta que no es bueno para nadie.
Habrá que desandar el camino explicándole a chico que los papás no pueden dormir bien, que él ya está grandecito y ocupa mucho lugar, que él tiene su propia cama donde dormirá mejor
La única receta es acompañarlos a su cama cuando aparecen de noche, venciendo el propio cansancio.
Tendrán que tener mucha paciencia ya que el niño se sentirá privado de todo lo que encuentra en esa cama, cariño, mimos, calor y le costará entender la razón para ese cambio y el proceso puede ser lento.
La reacción del niño podrá ser de enojo, que podrá manifestar con llantos y rabietas, y los padres deberán comprender que sólo con cariño y comprensión podrán superar esta etapa.
Si esta situación se prolonga mucho tal sea conveniente consultar con un psicólogo que maneje el tema.
Por último la pareja debe evaluar si la presencia del hijo en la cama no tiene que ver con algún problema del vínculo de ellos mismos, que queda encubierto si no se quedan solos.
RESUMIENDO, es preferible poner los límites rápidamente, mantener una actitud firme, para evitar que una costumbre se transforme en un problema.